La tarea de payaso de
hospital es agridulce: Tiene su parte hermosa como dolorosa. No es raro
que le caigamos bien a algunas personas y a otras no. Principalmente
porque muchos niños no les gustan los payasos, el cine tiene mucho que
ver en esto, y en gran medida el maquillaje exagerado de los payasos de
circo.
Aunque también tenemos
aquellos que se desesperan por saltar de sus camas cuando nos ven llegar
con nuestros colores, las sonrisas, ¡somos muy populares! Pero esa
popularidad sólo puede venir acompañada de nuestra nariz, pues sin ella
dejamos de ser payasos para pasar a ser personas comunes y corrientes.
La máscara más pequeña
del mundo, como nos gusta llamar a la nariz, es nuestra arma más eficaz,
nuestra capa de Superman, el logo universal de todos los animadores de
hospital. Nos convierte en la Doctora Sakurita Matryoshka, en el Doctor
PasaGasa SanaSana, en la Doctora Catalina Toy y en el doctor Betovinixus
ReDoSol, por poner algunos nombres. Con ella somos capaces de todo,
aunque no nos protege de los maltratos que, de vez en cuando, recibimos
de los pacientes.
La primera vez que
intervine, el día de mi graduación, terminé llorando. El dolor que
sienten los pacientes también es tuyo, sus miradas te desnudan y te
hacen pensar que esto no es para vos; que no deberías estar haciendo
algo tan delicado como animar a un niño que está pasando por una
enfermedad, cualquiera sea. Con el tiempo, tu payaso se vuelve más
resistente, nos nutrimos de las risas de los chicos y padres, de su
esperanza e inocencia; hasta que llega el fabuloso momento en dónde te
dan por aprobada la "payantía".
Cuando te aprueban la
"payantía" ya no hace falta que uno de los payaviejos te acompañe a las
habitaciones, ahora vos podes elegir a tus compañeros para hacer la
dupla o trío, pero NUNCA IR SOLO a intervenir.
Aunque por mucha
compañía que tengas siempre te sentis un poquito desnudo cuando entras a
la habitación y ves a un pequeño que se encuentra en una situación
dolorosa; te dan ganas de ir a abrazarlo y llenarlo de besos, pero luego
recordas que el contacto físico está prohibido por razones de
bioseguridad, algo que apoyo completamente. En vez de muestras físicas
de cariño cantamos, bailamos, jugamos y tratamos que, por cinco minutos,
le cambiamos el ambiente.
Muchos nenes nos reciben
con una enorme sonrisa, los padres no tanto, pero cuando ven que sus
hijos lo pasan bien se relajan. Y luego tenemos esa gente que piensa que
porque somos payasos pueden hacer con nosotros lo que quieran, algo que
de verdad me molesta mucho.
Me ha tocado intervenir
con niños (y padres) muy agresivos, irrespetuosos, poco solidarios y,
sobretodo, abusadores. Un niño no paraba de patearme mientras intervenía
y, por poco, no me quito la nariz para decirle que se vaya. Un padre
quería mi número de teléfono a toda costa, y no paraba de acosarme de
habitación en habitación (por eso la importancia de ir siempre de a
dos), otro niño me llamó "gorda de mierda" mientras jugabamos al fútbol
imaginario... Situaciones como esa hay en todas las intervenciones. Pero
basta que un sólo nene o nena te aplauda para que digas "hoy fue un
buen sábado".
Me encantan los niños, y no puedo evitar enamorarme de ellos. He tenido muchos crush durante
los sábados de intervención, me encanta intervenir con los bebés pues
ellos no tiene prejuicios hacia nadie; evito interactuar con
adolescentes, honestamente mis peores momentos como paya fueron con
ellos, hay honradas excepciones pero la gran mayoría ya no tienen
respeto. Pero mis favoritos son los abuelos, ellos sí que son unos niños
del alma.
Cuando intevenimos no
nos presentamos con nuestro nombre de pila, sino con el de paya; tampoco
recibimos un peso por lo que hacemos, ni reconocimiento u honores, nos
basta ver una sonrisa, escuchar un grito de alegría, y si logramos
hacerte reir pues ya estamos en el cielo.
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