miércoles, 24 de agosto de 2016

Barriletes Cósmicos-Héroes Anónimos

La tarea de payaso de hospital es agridulce: Tiene su parte hermosa como dolorosa. No es raro que le caigamos bien a algunas personas y a otras no. Principalmente porque muchos niños no les gustan los payasos, el cine tiene mucho que ver en esto, y en gran medida el maquillaje exagerado de los payasos de circo.
Aunque también tenemos aquellos que se desesperan por saltar de sus camas cuando nos ven llegar con nuestros colores, las sonrisas, ¡somos muy populares! Pero esa popularidad sólo puede venir acompañada de nuestra nariz, pues sin ella dejamos de ser payasos para pasar a ser personas comunes y corrientes.
La máscara más pequeña del mundo, como nos gusta llamar a la nariz, es nuestra arma más eficaz, nuestra capa de Superman, el logo universal de todos los animadores de hospital. Nos convierte en la Doctora Sakurita Matryoshka, en el Doctor PasaGasa SanaSana, en la Doctora Catalina Toy y en el doctor Betovinixus ReDoSol, por poner algunos nombres. Con ella somos capaces de todo, aunque no nos protege de los maltratos que, de vez en cuando, recibimos de los pacientes.
La primera vez que intervine, el día de mi graduación, terminé llorando. El dolor que sienten los pacientes también es tuyo, sus miradas te desnudan y te hacen pensar que esto no es para vos; que no deberías estar haciendo algo tan delicado como animar a un niño que está pasando por una enfermedad, cualquiera sea. Con el tiempo, tu payaso se vuelve más resistente, nos nutrimos de las risas de los chicos y padres, de su esperanza e inocencia; hasta que llega el fabuloso momento en dónde te dan por aprobada la "payantía".
Cuando te aprueban la "payantía" ya no hace falta que uno de los payaviejos te acompañe a las habitaciones, ahora vos podes elegir a tus compañeros para hacer la dupla o trío, pero NUNCA IR SOLO a intervenir.
Aunque por mucha compañía que tengas siempre te sentis un poquito desnudo cuando entras a la habitación y ves a un pequeño que se encuentra en una situación dolorosa; te dan ganas de ir a abrazarlo y llenarlo de besos, pero luego recordas que el contacto físico está prohibido por razones de bioseguridad, algo que apoyo completamente. En vez de muestras físicas de cariño cantamos, bailamos, jugamos y tratamos que, por cinco minutos, le cambiamos el ambiente.
Muchos nenes nos reciben con una enorme sonrisa, los padres no tanto, pero cuando ven que sus hijos lo pasan bien se relajan. Y luego tenemos esa gente que piensa que porque somos payasos pueden hacer con nosotros lo que quieran, algo que de verdad me molesta mucho.
Me ha tocado intervenir con niños (y padres) muy agresivos, irrespetuosos, poco solidarios y, sobretodo, abusadores. Un niño no paraba de patearme mientras intervenía y, por poco, no me quito la nariz para decirle que se vaya. Un padre quería mi número de teléfono a toda costa, y no paraba de acosarme de habitación en habitación (por eso la importancia de ir siempre de a dos), otro niño me llamó "gorda de mierda" mientras jugabamos al fútbol imaginario... Situaciones como esa hay en todas las intervenciones. Pero basta que un sólo nene o nena te aplauda para que digas "hoy fue un buen sábado".
Me encantan los niños, y no puedo evitar enamorarme de ellos. He tenido muchos crush durante los sábados de intervención, me encanta intervenir con los bebés pues ellos no tiene prejuicios hacia nadie; evito interactuar con adolescentes, honestamente mis peores momentos como paya fueron con ellos, hay honradas excepciones pero la gran mayoría ya no tienen respeto. Pero mis favoritos son los abuelos, ellos sí que son unos niños del alma.
Cuando intevenimos no nos presentamos con nuestro nombre de pila, sino con el de paya; tampoco recibimos un peso por lo que hacemos, ni reconocimiento u honores, nos basta ver una sonrisa, escuchar un grito de alegría, y si logramos hacerte reir pues ya estamos en el cielo.

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