domingo, 17 de octubre de 2010

La princesa y yo.

La primera vez que la vi mi alma lloró de felicidad y mi corazón galopó con una fuerza inusitada, como cuando estaba en el campo de batalla. Pero ésta era otra batalla, esta era su piel, su cara, sus bellos ojos, su mirada lánguida, era la princesa, y yo...un samurai.
Paseaba por su jardín y yo, sin pensarlo dirigí mi mirada a sus ojos. Quedó ruborizada y yo atravesado por el amor. Olvidé las leyes del emperador y la miré directamente a los ojos. Ella quedó paralizada y, consciente de lo que yo habia hecho, saqué mi daga y la puse en su mano al tiempo que le susurré: "Ahora eres dueña de mi vida, haz con esta daga lo que tienes que hacer".
Me dijo que cerrara los ojos, que ella estaba preparada para hacer lo que debía hacer. Asi que obedecí y cerré mis ojos e imaginé su bello rostro por última vez y, entonces...senti sus labios sellados a los mios. Aquel dia pensé que si la muerte era tan bella querría morir mil veces. Pensé, que nunca olvidaría aquel beso, pensé que ya no habría otra mujer como ella...
Hoy la sigo buscando entre mis labios y en los rincones de mi alma y lloro cuando la vuelvo a ver y recito este haiku cuando la veo desaparecer...
Eres mi vida,
mi amor en tu piel está,
es mi gran verdad.