jueves, 21 de febrero de 2013

Sensaciones

La primera vez que nos tuvimos solos, el uno para el otro, fue despues de esperar mucho tiempo, casi 6 meses, de una punta a la otra de la Argentina, a casi 4.000 km... Él venía buscando mi calor y yo buscaba su río donde saciar mi sed. Sus labios carnosos, sus ojos negros como la noche, su cuerpo atlético, su piercing... Dios, ese piercing de lengua que tantas veces había visto vía Skype hoy estaba allí, frente a mis ojos, sin nada mas que milimetros de mi boca.
Se relamía como un lobo, saboreando la comida por venir: mi cuerpo. Sus grandes manos varoniles, surcadas por gruesas venas acariciaban mi cuerpo generoso en curvas, hacían que mis miles de terminales nervioses exploten en éxtasis desenfrenado, llevando un tsunami de sensaciones que recorrían todo mi cuerpo...
Con cada beso suyo le hacía el amor a mi boca, ese piercing atrevido y osado no se bastaba solo con mis labios, quería más... Mis dientes, mi lengua, mi labios, succionando, lamiendo, mordiendo, respirando, exhalando... De mi boca pasó a mis mejillas, con sensuales besos fue desarmando toda posible resistencia que pudiera haber, yo vanamente quise zafarme de tan lujuriosa posesión, pero él me tomaba firmente de las manos y las colocaba sobre mi cabeza.
-Sos mía-Susurró tan cerca de mi oído que la humedad de su aliento pasó a mi pelvis donde se transformó en un torrente de dulce nectar.
Continuó con su canibalismo, lenta y lujuriosamente, degustando y excitandose de mis reacciones, de mis gemidos, de mis movimientos improvisados de caderas... Su barba rozaba mi piel hipersensibilizada, sus dientes devoraban cada centímetro de mí... Estaba a punto de perder la razón, estaba a punto de doblegarme a su voluntad pero mi fiero carácter de yegua indómita me lo impidió.
Con su caliente acero fue creando un camino hacia mis senos, de los cuales se sirvió el tiempo que quiso, acariciando y pellizcando mis pezones los cuales se iban poniendo cada vez más y más duros. Sus gemidos eran la señal de que se estaba conteniendo para no soltar su verdadera naturaleza. Como buen taurino deseaba que le entregue todo de mí, pero yo todavía no estaba lista para eso.
Cuando menos me dí cuenta, ya había pasado por mi vientre, juntado su piercing con el mío y había arribado a las puertas de mi cuerpo. Allí en mi panal, bebió de mi néctar mientras yo me sacudía en violentos y placenteros espasmos de pasión desenfrenada. No aguanté más, tomé su negro cabello y lo presioné más contra mi clítoris. Humedeciendome más y más, introdujo un dedo, acariciando mi canal vaginal, luego dos, aquel par llegó hasta mi punto g, del cual al cabo de unos minutos brotó un mar de flujo, caliente y sabroso, que fue a parar a su boca.
Dejándome palpitante y caliente, él se acercó a mi vagina, con los restos de mi fluido aún en su boca, me miró con esos ojos lobunos y se mordió sus carnosos labios mientras acariciaba mis labios mayores con la cabeza de su moro y grueso pene. Colocó la cabeza en su lugar... Y entró.
La yegua en mí... Había sido domada.

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